Con un mercado interno estable donde
las caídas en el consumo per cápita de
carne registrada en los últimos años son
compensadas con el crecimiento demográfico de
la población, la producción de carne se
mantuvo más o menos estable, con ciertas variaciones,
provocadas principalmente por los ciclos ganaderos originados
en las subas y bajas de los precios y también
en la competitividad económica que ofrece la
agricultura.
Hoy el escenario en que le toca desenvolverse al país
agropecuario es totalmente distinto. Si bien el auge
agroexportador actual tiene a los granos de cereales
y oleaginosas como protagonistas fundamentales, también
es promisorio el panorama a mediano y largo plazo para
el sector ganadero.
Hace ya más de dos años que Argentina
tuvo su último brote de aftosa, lo que la posiciona
inmejorablemente en el mercado internacional. Independientemente
que en estos momentos nuestro país también
se vea perjudicado por la abrupta disminución
de la demanda de carne vacuna en los países de
la CEE como consecuencia de los problemas originados
por la BSE (enfermedad de la vaca loca), a mediado y
largo plazo se vería favorecido por el hecho
de estar libre de dicha enfermedad.
Ya este año ocurrirá un hecho fundamental
para la colocación de carnes argentinas en el
exterior, como lo es la venta de carne fresca a los
Estados Unidos. Mas allá de que el volumen a
enviar este año no sea de gran magnitud, representará
un hito histórico para nuestro país ya
que podría destrabar otros mercados en países
que por seguir la política importadora de USA
hasta el momento no se contaban.
Pero en Argentina la ganadería no puede analizarse
en forma independiente de la agricultura con quién
comparte las principales actividades de la Región
Pampeana. A los efectos de lograr un mejor diagnóstico
sobre las perspectivas productivas del país se
analizará en primer lugar la dinámica
de la producción ganadera en los últimos
años en la región pampeana que como ya
se vio comprende el 62% del stock nacional.
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