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ELECCIONES PRESIDENCIALES EN UCRANIA. ENSEÑANZAS PARA RUSIA
Por Borís SHMELEV, director del Centro de Estudios Políticos.

 

Terminadas las acaloradas polémicas que se desarrollaron durante la campaña de elección del presidente de Ucrania, ha llegado la hora de analizar lo sucedido con sangre fría. Tanto en Kíev como en Moscú sostienen que esos comicios ya son un pasado, y hablan de la necesidad de eliminar los problemas que quedan y acometer la solución de los nuevos.

Rusia quiere tener que ver con una Ucrania próspera y estable, con la que sueña Victor Yuschenko. El nuevo presidente deberá considerar los intereses de los rusos residentes en Ucrania, los que se portaron durante la campaña electoral como una fuerza política consolidada, pues en otro caso él no lograría conservar la unidad del país. También ello responde a los intereses de Rusia. Yuschenko va a aplicar la política de integración con la UE, de adaptación de la economía ucrania a los estándares europeos. Ello también le conviene a Moscú, pues la propia Rusia se orienta a integrarse en la Unión Europea e intenta junto con Bruselas realizar la concepción de "cuatro espacios".

Los nuevos dirigentes ucranios no van a menospreciar ni bloquear los procesos integracionistas que quiere impulsar Rusia en el espacio postsoviético, si ven en éstos una utilidad para su país. O sea que se impondrán los imperativos económicos, máxime que, a juzgar por todo, el ingreso de Ucrania en la UE se pospone hasta un futuro lejano, mientras que la economía tiene que desarrollarse hoy día. Y será muy difícil hacerlo sin estar presentes en el mercado ruso, sin recibir suministros de allí, sin establecer cooperación con empresas rusas.

Al propio tiempo, la línea de ingreso de Ucrania en la OTAN proclamada por Yuschenko es inaceptable para Rusia, máxime que Occidente rechaza por principio la participación de Rusia en la alianza como miembro con plenitud de derechos. Pero, según manifiestan en capitales de Europa Occidental, la admisión de Ucrania en la OTAN puede realizarse dentro de unos 5-7 años, pero nadie sabe qué va a pasar hacia aquel entonces con la propia Alianza Atlántica. O sea que Rusia no ha perdido nada como consecuencia de las elecciones ucranias.

La UE y la OTAN no están dispuestas a admitir en sus filas a Ucrania. ¿Cuáles serán entones las verdaderas intenciones de Occidente? ¿Aplicar con la ayuda del nuevo presidente ucranio la política de una rígida oposición a Rusia en el espacio postsoviético? En la respuesta positiva a este interrogante está la razón de la enérgica participación occidental del lado de Yuschenko en las elecciones ucranias.

La consolidación del poder en Rusia que se observa estos últimos años, su creciente actividad en la palestra internacional con el fin de proteger sus intereses nacionales asusta e irrita a Occidente. La actual crisis en relaciones Rusia - Occidente no se debe a que Moscú quiera cooperar basándose en el interés recíproco, mientras que Washington y Bruselas ponen por encima de todo los valores universales. La cuestión radica en que Rusia, en su condición de un Estado autárquico y eje de la civilización cristiana ortodoxa (según Huntington), aspira a ser un centro independiente, o uno de los polos de relaciones internacionales. Pero Occidente no quiere admitirlo y procura eliminar a Rusia como una rival geopolítica del tablero de ajedrez mundial. Aquello que piensan los políticos lo dicen en voz alta periodistas y analistas occidentales. Según ellos, durante las elecciones ucranias, Occidente le hizo a Rusia una clara señal: o jugamos según nuestras reglas o vas a quedar marginada y aplastada. En la Historia todo se repite. También en las relaciones entre Rusia y Occidente todo vuelve a sus andares. Los problemas eternos se manifiestan en un nuevo contexto histórico, pero la correlación de fuerzas ya es otra, no a favor de Moscú.

¿Qué debe hacer Rusia en tales condiciones? La respuesta es obvia. Debe ser fuerte. Rusia pierde constantemente en el juego geopolítico, porque no es competitiva en los aspectos político, económico e ideológico, y por eso poco es atractiva. Ella no tiene qué ofrecerle al mundo circundante. No es capaz de aglutinar en torno suyo a los Estados de reciente soberanía, ofreciéndoles sólo el nostálgico recuerdo de los años vividos juntos dentro de la desaparecida Unión Soviética. Ni puede lograrlo proponiendo luchar juntos contra el terrorismo internacional. Para conseguirlo, Rusia debería ofrecer un nuevo grandioso Proyecto histórico, que responda tanto a los intereses de ella como a los de dichos Estados y que represente en sí una alternativa a la Idea universalista occidental. Pero tal proyecto no existe y no se sabe si existirá. Moscú tendría que obrar con consecuencia al defender los derechos humanos en el espacio postsoviético. Es inadmisible luchar por los derechos del hombre en los países bálticos y al propio tiempo hacer la vista gorda de aquello que hace Turkmen-bashi con los rusos en Turkmenia.

Es inadmisible que en la política exterior se muestre histerismo en relación con la crisis de confianza que se observa en las relaciones Rusia - Occidente. Hace falta sostener un permanente diálogo político con los líderes del mundo occidental y Bruselas, conseguir acuerdos y cumplir los compromisos asumidos, considerando las recomendaciones sensatas de las organizaciones europeas de fomento de la democracia. Independientemente de si ello nos guste o no, nos veremos obligados a coordinar con la UE y EE UU la política rusa a aplicar en el espacio postsoviético, tomando en consideración los intereses de ellos y haciendo concesiones sensatas. Tenemos que estar preparados a siempre más duros choques de intereses entre Rusia y Occidente en el espacio postsoviético.

Los acontecimientos ucranios son un nuevo pretexto para ponernos a reflexionar sobre aquello que sucede en Rusia, para pensar en nuestro destino y procurar cambiarlo para mejor.