Según datos que maneja el Servicio de Estadísticas
de Rusia ("Rosstat"), en 2004 fueron invertidos
en la economía rusa 40.509 millones de dólares
por concepto de inversiones extranjeras.
En comparación con 2003, el crecimiento de las
inversiones registró un 36,4 por ciento.
Principalmente han crecido las inversiones directas,
que se situaron el año pasado en $9.420 millones
(38,9% de crecimiento frente a 2003).
En cuanto a las inversiones de cartera, decayeron un
17% y apenas alcanzaron $333 millones.
Dentro de ese total, $302 millones fueron invertidos
en acciones, lo que representa un 18,2% menos que en
2003.
En general, comunica "Rosstat", las inversiones
extranjeras en la economía nacional totalizaron
a finales del año pasado $82.000 millones habiendo
aumentado un 43,8% frente a los índices registrados
a principios de 2004.
Los liberales les reprochan a los funcionarios de aplicar
una política dura con relación a la iniciativa
privada y advierten que ello puede perjudicar el clima
inversionista en el país.
Para confirmar sus temores citan los siguientes números:
la fuga de capitales en 2004 aumentó cuatro veces
frente a 2003 y alcanzó $7.800 millones de dólares.
Sea como sea, el endurecimiento de las reglas de juego
en el mercado ruso no ha espantado a los inversionistas
extranjeros.
Cierto es que la libre empresa rusa se ha puesto a
pensar en la necesidad de cambiar la forma de su comportamiento
en el mercado, puesto que los trucos de antes -optimización
de los impuestos y otros amaños- ya son peligrosos.
Estos jugadores han decidido hacer una pausa y ello
ha incidido sobre los ánimos en el mercado interno.
La iniciativa privada extranjera, a su vez, ya lleva
en la sangre las duras reglas de juego y no ve ningún
menoscabo de la democracia en Rusia.
Es precisamente lo que ha confirmado la historia relacionada
con el tribunal de Houston, que ha considerado el conflicto
entre el Estado y la petrolera privada rusa (caso "Yukos")
asunto interno del país.
Lo mismo ha demostrado el balance positivo entre las
inversiones en la economía del país y
la fuga de capitales.
Lo más importante para el dinero no es el nivel
de la democracia en tal o cual país, sino la
rentabilidad y la seguridad. En este caso, la verticalidad
del poder establecido en Rusia desempeña un papel
positivo ya que es un mecanismo mucho más transparente
que cualquier otro objetivo con que se necesitaría
negociar las condiciones inversionistas.
La rentabilidad de las inversiones de cartera también
es alta. En el caso de Rusia predomina otro tipo de
inversiones -las directas-, que no influyen en la capitalización
de las empresas en el sistema comercial del país.
Es por eso que las acciones se venden a precios tan
bajos, lo que a su vez atrae a los inversionistas potenciales.
De modo que la situación configurada hoy en
Rusia satisface por entero a los inversionistas extranjeros.
El ambiente macroeconómico favorece las inversiones
a largo plazo. Es más, la situación en
el mercado ruso ha mejorado los últimos años
más que en cualquier otro mercado en desarrollo.
Tan sólo entre 1999 y 2003, la economía
nacional ha crecido un 30 por ciento.
Al mismo tiempo, el fardo fiscal en Rusia es tolerable
si se compara con las economías de otros países.
También es alta la actividad empresarial.
En Rusia están presentes los mayores bancos
europeos, y el mercado local de telecomunicaciones se
desarrolla como ningún otro en Europa.
Caso que los inversionistas extranjeros choquen con
dificultades en Rusia, ya saben cómo resolverlas.
Incluso a la rusa.
Tomemos como ejemplo la compañía Merloni
Elettrodomestici, que a finales de los años 90
se había propuesto montar una planta de lavadoras
en la ciudad de Friazino, provincia de Moscú.
En aquel entonces, todos se preguntaban cómo
una empresa extranjera se había decidido a dar
un paso tan arriesgado.
Era una verdadera locura invertir dinero en un país
que todavía no tenía una cultura empresarial
como en Europa ni contaba con instituciones necesarias,
ni tenía aprobado el código de comportamiento
empresarial, ni nada.
Pues Vittorio Merloni, primeramente negoció
los intereses mutuos con el alcalde de la ciudad, y
luego se granjeó el apoyo del entonces presidente
ruso Boris Yeltsin, cuando éste había
hecho una visita oficial a Italia.
Verdad es que en el último momento la idea fracasó.
Sin embargo, dos años más tarde esa táctica
de Merloni se justificó: hoy día en Lípetsk
funcionan dos plantas suyas.
El consorcio Merloni controla un 36 por ciento del
mercado ruso de equipos electrodomésticos.
La peculiaridad de la etapa presente consiste en que
los inversionistas extranjeros ya han aprendido a abrirse
paso actuando mancomunadamente.
Para la fecha, en Moscú han sido registradas
casi 5 mil representaciones de empresas extranjeras,
tanto grandes como pequeñas.
Los empresarios forman asociaciones de coterráneos,
comunidades ramales y clubes por interés. Citemos
a modo de ejemplo la Cámara Norteamericana de
Comercio y la Asociación Empresarial Europea,
que trabajan con ministerios y departamentos rusos tanto
a nivel oficial como personal.
El objetivo es ayudar a los norteamericanos a adaptarse
al clima empresarial de Rusia.
El director general de la Asociación Empresarial
Europea en Rusia, Andreas Romanos, ha comentado lo siguiente:
"Tenemos 'línea directa' con la aduana y
el servicio federal de inmigración, y a veces
es suficiente hacer una sola llamada para resolver el
problema.
Pero éstos también pueden ser de envergadura
y tener que ver, por ejemplo, con la legislación
aduanera.
En este caso organizamos conferencias o mesas redondas
e invitamos a funcionarios y empresarios rusos y europeos.
Ellos exponen su punto de vista y todos tratamos nuestros
problemas comunes.
Cabe notar que las autoridades siempre prestan oído
a lo que decimos".
En resumen, los inversionistas extranjeros ya han entendido
cómo conseguir éxito en Rusia. Incluso
han elaborado recomendaciones para sus colegas y las
comparten en distintos seminarios y conferencias.
Así las cosas, ¿cuál será
entonces el crecimiento de las inversiones si el clima
empresarial en Rusia llega a mejorar notablemente?
Por Yana Yurova, comentarista en cuestiones políticas
de RIA "Novosti".
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