Cuando se habla de la cooperación entre Rusia
y las instituciones europeas, se alude en primer término
al Consejo de Europa y a su Asamblea Parlamentaria,
PACE, que es uno de los organismos más prestigiosos
y consecuentes de la Europa contemporánea y el
cual incluye a la práctica totalidad de los Estados
europeos, lo cual es un testimonio de que sus actividades
se destacan por un carácter realmente universal.
Cuando, como ahora, el continente europeo y el mundo
entero están en proceso de cambios, el Consejo
de Europa afronta una serie de tareas novedosas, derivadas
de la necesidad de responder a nuevos retos y amenazas.
Me refiero al terrorismo, delitos económicos
transnacionales, narcotráfico y tráfico
ilegal de armas y personas. Resulta imposible solucionar
dichos problemas a través de los viejos mecanismos
tradicionales. La OTAN, por ejemplo, concebida para
hacer frente a la amenaza militar soviética,
es impotente en lo que respecta al narcotráfico
o a los atentados terroristas. El enorme poderío
de la OTAN está en un plano, mientras que los
problemas más actuales de Europa, que se plantean
ante todas las naciones, en otro, completamente diferente.
Otra categoría de problemas tiene que ver con
la cooperación económica en Europa. El
esquema tradicional de la "delimitación
de funciones" en la economía, cuando en
la Europa del Oeste se concentran las tecnologías
punta y los cerebros, y en la del Este, la mano de obra
barata junto con las materias primas, también
parece obsoleto. Puede que sea cómodo para cierto
grupo de Estados pero no tiene futuro para aquellos
países que se han convertido en una cantera de
recursos primarios y mano de obra barata.
Después de terminada la Segunda Guerra Mundial,
muchos políticos europeos soñaban con
una Europa unificada, por encima de las divisiones ideológicas
o políticas. ¿No es hora acaso de que
pensemos también en la creación de una
Europa que excluya la subsistencia de una parte del
continente a costa de la otra, y en la que la cooperación
económica implique ventajas iguales para todos?
Lo cual supone un desarrollo acelerado de la Europa
Central y del Este, así como de Rusia, y su avance
hacia unas posiciones del crecimiento económico
que son características para la Europa Occidental
desde hace tiempo.
Por último, el tercer grupo de problemas está
relacionado con la cooperación humanitaria en
Europa, ante todo, la libertad de movimiento de las
personas en el marco del espacio único europeo,
así como la simplificación recíproca
y supresión de las barreras de visados.
El Consejo de Europa y su Asamblea Parlamentaria están
preparados para el cumplimiento de estas tareas. Será
necesaria para ello una participación activa
de Rusia en las labores de dicha organización
y, por consiguiente, una buena comprensión mutua
entre Moscú y las naciones integradas en la PACE.
¿Existen algunos problemas en este terreno?
En caso de que sí, no son de carácter
sistémico, obviamente. Al incorporarse en 1996
al Consejo de Europa, Rusia declaró su adhesión
a los valores fundamentales de esta organización,
ratificando e introduciendo en vigor en su territorio
el documento básico del Consejo de Europa: la
Convención Europea de Derechos Humanos.
Sin embargo, se escuchan de vez en cuando críticas
en relación con Rusia desde la tribuna de la
PACE. En algunas ocasiones es una crítica objetiva
pero en otras se explica por el deseo de prevenir la
consolidación de Rusia e impedir que ésta
se concentre todavía más en la defensa
de sus propios intereses nacionales. Mucha gente en
Europa se siente, probablemente, más cómoda
pensando que Rusia es un remoto país situado
hacia el noreste, en alguna parte detrás de los
Úrales, en Siberia. Y en cuanto Rusia empieza
a comportarse como una de las potencias líderes
a escala europea, entran en el juego tales recursos
como el tema checheno, algo clásico ya en la
PACE, o incluso algunas novedades como la supuesta discriminación
de las etnias finougrias en Rusia.
La Unión entre Rusia y Bielorrusia fue calificada
en el reciente informe del Grupo de Monitoring como
la intención de Moscú de crear un protectorado
militar en Bielorrusia, lo cual resulta absolutamente
incomprensible para mí. Veo en esta fórmula
un intento de inmiscuirse de mala fe en la política
que Rusia viene aplicando en el espacio postsoviético.
Ahora bien, me abstendría en igual grado de
atribuir a las tretas europeas la totalidad de los problemas
que existen en las relaciones de Rusia con otros países
de la CEI. La mayoría de las dificultades que
afronta Rusia tiene que ver con deslices propios, y
a veces damos pie para que nuestros competidores los
exploten.
Pero no siempre sucede así. En cuanto la reciente
reforma política rusa suscitó las primeras
críticas en Europa, varios diputados de la PACE
se dirigieron a la Comisión Europea para la Democracia
(Comisión de Venecia) con la petición
de que sus expertos se pronunciaran sobre el carácter
democrático de dicha innovación. Creo
que los autores de esa interpelación estaban
convencidos de que la Comisión de Venecia emitiría
un veredicto negativo calificando la reforma rusa como
antidemocrática pero el modelo ruso del federalismo
quedó aprobado y las conversaciones sobre este
tema en la PACE terminaron. El hecho demuestra cuán
importante es realizar a tiempo, con objetividad y sin
ideas preconcebidas, un análisis jurídico,
al margen de la política. Y siempre que en la
PACE empieza una discusión constructiva de ciertos
asuntos, siempre que nos convencemos de que el anteproyecto
de una u otra resolución esconde el deseo de
ayudarle a Rusia en la solución de sus problemas,
el diálogo avanza rápidamente. Hasta en
el denominado "dossier checheno" ha habido
progreso últimamente.
Durante el reciente período de sesiones que
la PACE celebró a finales de enero, el tema checheno,
por cierto, ni siquiera figuraba en la agenda: primero,
porque habíamos acordado discutir el asunto en
cuestión con la participación de los propios
chechenos, y segundo, organizarlo en forma de una mesa
redonda para evitar el intercambio de acusaciones recíprocas
y buscar soluciones mutuamente aceptables al problema.
Espero que de la misma manera podremos avanzar hacia
la solución de otros temas numerosos que por
ahora son objeto de divergencias entre Rusia y los demás
países de la PACE. La táctica del portazo
o de una discusión en tono categórico,
cuando una parte no oye lo que dice la otra, no se justifica
en el marco de la PACE. Y la verdad es que las personas
que simpatizan con Rusia de todo corazón y escuchan
sus argumentos, no son menos numerosas en la PACE que
aquellas que quisieran aprovechar esta plaza con fines
coyunturales y en beneficio propio.
Por Konstantín Kosachiov
Jefe de la delegación rusa ante la Asamblea Parlamentaria
del Consejo de Europa
Presidente del Comité de asuntos internacionales
de la Cámara baja del Parlamento ruso, para RIA
"Novosti".
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