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NUEVAS TAREAS PARA UNA EUROPA UNIFICADA
Por Konstantín Kosachiov
 

Cuando se habla de la cooperación entre Rusia y las instituciones europeas, se alude en primer término al Consejo de Europa y a su Asamblea Parlamentaria, PACE, que es uno de los organismos más prestigiosos y consecuentes de la Europa contemporánea y el cual incluye a la práctica totalidad de los Estados europeos, lo cual es un testimonio de que sus actividades se destacan por un carácter realmente universal.

Cuando, como ahora, el continente europeo y el mundo entero están en proceso de cambios, el Consejo de Europa afronta una serie de tareas novedosas, derivadas de la necesidad de responder a nuevos retos y amenazas. Me refiero al terrorismo, delitos económicos transnacionales, narcotráfico y tráfico ilegal de armas y personas. Resulta imposible solucionar dichos problemas a través de los viejos mecanismos tradicionales. La OTAN, por ejemplo, concebida para hacer frente a la amenaza militar soviética, es impotente en lo que respecta al narcotráfico o a los atentados terroristas. El enorme poderío de la OTAN está en un plano, mientras que los problemas más actuales de Europa, que se plantean ante todas las naciones, en otro, completamente diferente.

Otra categoría de problemas tiene que ver con la cooperación económica en Europa. El esquema tradicional de la "delimitación de funciones" en la economía, cuando en la Europa del Oeste se concentran las tecnologías punta y los cerebros, y en la del Este, la mano de obra barata junto con las materias primas, también parece obsoleto. Puede que sea cómodo para cierto grupo de Estados pero no tiene futuro para aquellos países que se han convertido en una cantera de recursos primarios y mano de obra barata.

Después de terminada la Segunda Guerra Mundial, muchos políticos europeos soñaban con una Europa unificada, por encima de las divisiones ideológicas o políticas. ¿No es hora acaso de que pensemos también en la creación de una Europa que excluya la subsistencia de una parte del continente a costa de la otra, y en la que la cooperación económica implique ventajas iguales para todos? Lo cual supone un desarrollo acelerado de la Europa Central y del Este, así como de Rusia, y su avance hacia unas posiciones del crecimiento económico que son características para la Europa Occidental desde hace tiempo.

Por último, el tercer grupo de problemas está relacionado con la cooperación humanitaria en Europa, ante todo, la libertad de movimiento de las personas en el marco del espacio único europeo, así como la simplificación recíproca y supresión de las barreras de visados.

El Consejo de Europa y su Asamblea Parlamentaria están preparados para el cumplimiento de estas tareas. Será necesaria para ello una participación activa de Rusia en las labores de dicha organización y, por consiguiente, una buena comprensión mutua entre Moscú y las naciones integradas en la PACE.

¿Existen algunos problemas en este terreno?

En caso de que sí, no son de carácter sistémico, obviamente. Al incorporarse en 1996 al Consejo de Europa, Rusia declaró su adhesión a los valores fundamentales de esta organización, ratificando e introduciendo en vigor en su territorio el documento básico del Consejo de Europa: la Convención Europea de Derechos Humanos.

Sin embargo, se escuchan de vez en cuando críticas en relación con Rusia desde la tribuna de la PACE. En algunas ocasiones es una crítica objetiva pero en otras se explica por el deseo de prevenir la consolidación de Rusia e impedir que ésta se concentre todavía más en la defensa de sus propios intereses nacionales. Mucha gente en Europa se siente, probablemente, más cómoda pensando que Rusia es un remoto país situado hacia el noreste, en alguna parte detrás de los Úrales, en Siberia. Y en cuanto Rusia empieza a comportarse como una de las potencias líderes a escala europea, entran en el juego tales recursos como el tema checheno, algo clásico ya en la PACE, o incluso algunas novedades como la supuesta discriminación de las etnias finougrias en Rusia.

La Unión entre Rusia y Bielorrusia fue calificada en el reciente informe del Grupo de Monitoring como la intención de Moscú de crear un protectorado militar en Bielorrusia, lo cual resulta absolutamente incomprensible para mí. Veo en esta fórmula un intento de inmiscuirse de mala fe en la política que Rusia viene aplicando en el espacio postsoviético.

Ahora bien, me abstendría en igual grado de atribuir a las tretas europeas la totalidad de los problemas que existen en las relaciones de Rusia con otros países de la CEI. La mayoría de las dificultades que afronta Rusia tiene que ver con deslices propios, y a veces damos pie para que nuestros competidores los exploten.

Pero no siempre sucede así. En cuanto la reciente reforma política rusa suscitó las primeras críticas en Europa, varios diputados de la PACE se dirigieron a la Comisión Europea para la Democracia (Comisión de Venecia) con la petición de que sus expertos se pronunciaran sobre el carácter democrático de dicha innovación. Creo que los autores de esa interpelación estaban convencidos de que la Comisión de Venecia emitiría un veredicto negativo calificando la reforma rusa como antidemocrática pero el modelo ruso del federalismo quedó aprobado y las conversaciones sobre este tema en la PACE terminaron. El hecho demuestra cuán importante es realizar a tiempo, con objetividad y sin ideas preconcebidas, un análisis jurídico, al margen de la política. Y siempre que en la PACE empieza una discusión constructiva de ciertos asuntos, siempre que nos convencemos de que el anteproyecto de una u otra resolución esconde el deseo de ayudarle a Rusia en la solución de sus problemas, el diálogo avanza rápidamente. Hasta en el denominado "dossier checheno" ha habido progreso últimamente.

Durante el reciente período de sesiones que la PACE celebró a finales de enero, el tema checheno, por cierto, ni siquiera figuraba en la agenda: primero, porque habíamos acordado discutir el asunto en cuestión con la participación de los propios chechenos, y segundo, organizarlo en forma de una mesa redonda para evitar el intercambio de acusaciones recíprocas y buscar soluciones mutuamente aceptables al problema. Espero que de la misma manera podremos avanzar hacia la solución de otros temas numerosos que por ahora son objeto de divergencias entre Rusia y los demás países de la PACE. La táctica del portazo o de una discusión en tono categórico, cuando una parte no oye lo que dice la otra, no se justifica en el marco de la PACE. Y la verdad es que las personas que simpatizan con Rusia de todo corazón y escuchan sus argumentos, no son menos numerosas en la PACE que aquellas que quisieran aprovechar esta plaza con fines coyunturales y en beneficio propio.

 

Por Konstantín Kosachiov
Jefe de la delegación rusa ante la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa
Presidente del Comité de asuntos internacionales de la Cámara baja del Parlamento ruso, para RIA "Novosti".