El proyecto de ley que define cómo debe organizarse
la labor de la Cámara de Sociedad, llamada a
actuar como el principal foro de las organizaciones
no gubernamentales de Rusia, está preparado para
someterse a la segunda lectura en la Duma de Estado.
Es probable que ya este año la Cámara
comience a celebrar sus reuniones. El objetivo del proyecto
estriba en comunicarle estabilidad a la sociedad rusa,
o en encontrar solución al problema de qué
hacer con la inestabilidad política, tan familiar
para muchos países y regiones.
Existen países y regiones enteras, como, por
ejemplo, Oriente Próximo, para los que la inestabilidad
es un estado permanente. La inestabilidad política
agota a África y mina las fuerzas de América
Latina. En Iraq hasta la ocupación estadounidense
resulta impotente: un remedio que funcionó tan
bien en Alemania y el Japón durante la Segunda
Guerra Mundial se convierte en su contrario allí.
En los países que surgieron a finales de los
años 1980 en el espacio postsoviético
se observa su propio modelo de inestabilidad: el Estado
y la sociedad no logran entenderse bien y con regularidad
aclaran sus desavenencias, haciéndolo del dominio
de todo el planeta. En el siglo pasado, en dicho espacio
tuvieron lugar dos revoluciones violentas (una burguesa
y otra socialista) y dos sin efusión de sangre,
además la última, la realizada por Gorbachiov,
llegó a ser un prólogo de las nuevas del
siglo XXI en ciertos países.
Las revoluciones sobrevienen cuando la sociedad se
opone a las autoridades, y éstas a la sociedad.
La reciente "revolución naranja" acaecida
en Ucrania, y un año antes la "de las rosas"
en Georgia, explican bien a las claras: en el contexto
de confrontación entre las autoridades y la sociedad,
la revuelta política es más que probable,
y hasta está condenada a realizarse exitosamente.
El objetivo recóndito de toda revolución
política consiste en eliminar tal confrontación,
llevar a un arreglo a largo plazo entre el Estado y
la sociedad y darle a la nación el confortable
estado de una estabilidad política que le permita
desarrollarse enérgicamente y cooperar de modo
fructífero con otros países.
Toda democracia desarrollada moderna es un dechado
de la vida en tales condiciones. Por ejemplo, los estadounidenses
pueden satirizar cuanto les dé la gana en la
prensa nacional los errores y gazapatones que comete
el presidente Bush, pero allí las cosas nunca
llegan a la confrontación entre la sociedad y
el Estado.
No se trata solamente de las tradiciones nacionales
del conformismo y lealtad. Las revoluciones son imposibles
allí donde no hacen falta a nadie, allí
donde el Estado no bloquea la entrada del oxígeno
a la sociedad. Mientras que los regímenes autoritarios
(o dicho más diplomáticamente los de transición)
de la CEI son duchos precisamente en esto último.
Y también en ello está su principal debilidad.
En el mensaje dirigido a la Asamblea Federal en 2004,
el presidente Putin manifestó la disposición
del Estado a estimular el desarrollo de la sociedad
ciudadana en Rusia, indicando una lacra que existe,
en su opinión, en esa materia: las más
activas organizaciones no gubernamentales rusas se financian
desde el exterior. Además, son precisamente esas
organizaciones las que se enfrentan más enérgicamente
al Estado, y desde el punto de vista de éste,
precisamente su actividad sirve de indicador de la inestabilidad
política en Rusia.
Poco antes de ser derrotada la compañía
petrolera YUKOS, sus altos managers informaron tener
su proyecto de reforma de la sociedad ciudadana de Rusia.
El proyecto no fue realizado, pero no cabe duda alguna
de que "la sociedad ciudadana de YUKOS" estaría
en oposición al Estado.
No sería honesto censurar tales proyectos y
acusar a sus autores de "urdir intrigas contra
su propio pueblo". Los líderes, las organizaciones
y el apoyo de masas surgen cuando hay una base objetiva
para la confrontación.
Por esta razón, la tarea fundamental de las
autoridades rusas - si éstas quieren estabilidad
política sin revoluciones - consiste en darle
luz verde a la sociedad ciudadana, a concederle la palabra
y a escucharla atentamente. Así como en cumplir
sus legítimas exigencias. En estos momentos,
muchos esfuerzos se concentrarán en torno al
proyecto de fundación de la Cámara de
Sociedad. ¿Se erigirá ésta en una
estabilizadora política para Rusia? El riesgo
más grande que puede correr dicha institución
consiste en convertirse en tribuna de una sociedad ciudadana
"de bolsillo", cómoda para el Estado.
Máxime que al tomar nota de sus errores del pasado,
el Estado ruso quiere en adelante financiar él
mismo a las organizaciones no gubernamentales, sin confiar
ese asunto de mucha responsabilidad a los patronos extranjeros.
Probablemente se puede "comprar" estabilidad
política por dinero, pero, igual que el amor,
sólo por un tiempo. Para tener algo mejor se
necesita sentir sinceras simpatías mutuas. El
Estado y la sociedad de Rusia deben dejar de querer
estar en oposición mutua. ¿Lograrán
hacerlo?
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